La fragilidad de la nieve recién caída, la inocencia y suavidad del algodón, un perfume cercano a dos de los elementos naturales, el agua y el aire. El minimalismo del heliotropo y un acorde de brisa marina. Como contraste, matices de bergamota y jazmín.
El desafío era crear un perfume para una personalidad decididamente racional, alguien que busca explicaciones lógicas a todo lo que le interesa. El cuestionario nos revelaba una personalidad teórica y abstracta, con más interés en las ideas que en las relaciones sociales. Y su universo sensorial era el de alguien a quien le atraen las sensaciones puras y claras. Su color favorito era el blanco. En este caso, su elección de perfumes, demasiado ecléctica, no nos aportó información relevante.
Los introvertidos prefieren cabezas suaves y sutiles. Un perfume que se prolongue más allá de la primera impresión y que mantenga su personalidad a través de una evolución delicada y gradual.
Al final, su elección de materiales, paisajes y colores fue decisiva para apostar por un perfume minimalista, profundamente moderno, que deja en la piel una sensación de seda y algodón.