5 kilos y medio. Un estudio científico comprobó que los hombres ven más delgadas a las mujeres cuando usan un perfume atractivo.
Diferentes investigaciones apuntan a que las percepciones olfativas influyen sobre el conocimiento, las emociones y los demás sentidos. El hipotálamo es el centro de control del cerebro, donde se gestionan de modo consciente los impulsos y las respuestas sensoriales. Sólo los impulsos olfativos recorren de modo inconsciente los centros donde residen la memoria y las emociones antes de llegar al hipotálamo.
Y esto no es todo. Un conjunto de factores internos y externos determinan cómo percibimos los olores. Cuanto más se investiga sobre el olfato, el más primitivo de los sentidos se vuelve más interesante.
Sensación y percepción
Nuestros sentidos condicionan nuestras vidas de un modo que sólo ahora comenzamos a entender. En un interesante artículo, Scents and sensibility, Kirsten Weir recoge estos ejemplos y algún caso más basados en las investigaciones del Dr. Lundstrom, doctor en Psicología y profesor en el Monell Chemical Senses Center de Filadelfia.
Está claro que en la percepción olfativa influye no sólo el impacto sensorial. El conocimiento previo, nuestras expectativas e incluso características fisiológicas pueden determinar cómo reaccionamos ante diferentes olores.
Existen factores fisiológicos que pueden alterar nuestra capacidad olfativa. Algunos afortunados, por una ligerísima variación de su ADN, son incapaces de percibir ese olor profundo e irritante de nuestra orina después de haber comido espárragos.
El hambre también afecta cómo percibimos los olores. Un estudio realizado en la universidad británica de Portsmouth determina que somos generalmente más sensibles a los olores cuando estamos hambrientos. Sin embargo, somos ligeramente mejores detectando olores concretos de alimentos después de haber comido. Y las personas con sobrepeso son más sensibles que los demás a los olores relacionados con la comida.
El contexto también es importante. El olor a algas es desagradable para un granjero de Nevada y, sin embargo, es evocador para un japonés, de cuyo menú infantil formaban parte las algas. Nuestras expectativas ante determinados aromas pueden incluso afectar a nuestra salud.
Pamela Dalton, también colaboradora de Monell, presentó a un grupo de asmáticos una composición química. A la mitad de ellos les dijo que podía aliviar sus síntomas. A la otra mitad les dijo lo contrario, que aspirar su olor agravaría su estado. La sustancia era una fragancia floral, inocua incluso en grandes concentraciones. Sorprendentemente, los pacientes a los que se vaticinó que empeorarían se sintieron peor al oler la fragancia. Es más, sus pulmones se inflamaron y el síntoma perduró más de veinticuatro horas.
En sus más recientes investigaciones, Lundstrom revela que procesamos de modo diferente los olores dependiendo de los demás impulsos sensoriales que recibamos a la vez. Por ejemplo, una persona que aspira una fragancia floral mientras contempla la foto de una rosa encuentra su aroma más profundo y placentero que el que aspira la misma fragancia mientras contempla la foto de un cacahuete.
En la aventura de diseñar perfumes personales, en Pressentia hemos desarrollado una metodología basada en la personalidad y en el universo sensorial de cada uno de nuestros clientes.
Diseñamos perfumes que sean la marca sensorial de las personas que lo usan, que se conviertan en el aliado más intimo de su estilo personal. Si además consiguen que los demás nos vean más jóvenes o más delgados cuando los usamos, miel sobre hojuelas. ¿Le apetece sentir esta nueva experiencia?